viernes, marzo 29, 2024

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#LeySophia “Un Clamor Popular”

 

 

Hace un par de días la noticia de una menor abusada y asesinada golpeo nuestra sociedad. “Se llamaba Sophia, no alcanzó a cumplir los dos años de vida, tenía más de 25 lesiones en su cuerpo, fue asfixiada, quemada, violada y asesinada. El autor resultó ser su padre biológico, quien habría actuado bajo la complicidad y permisividad de su madre”, relató el Senador José Durana.

 

Por ello es completamente entendible el que muchos chilenos pidan hoy el reinstaurar la pena de muerte tras el brutal asesinato de la bebé. “Penas que deben ser duras para casos igual de duros que han afectado a nuestros menores; menores como Florencia (menor asfixiada en Coyhaique), como Mateo (golpeado por su padrastro y enterrado en el desierto), o como Sophia (asfixiada, quemada, violada y asesinada en Puerto Montt). Por ellos urge una ley que proteja realmente a nuestros niños”, expresó.

 

La pena de muerte (en su vigencia) nunca fue considerada como pena única para un determinado delito, siempre revistió el carácter de pena máxima dentro de una escala que incluía otras penas menos graves. Jamás se decretó la pena capital por presunciones. Y siempre su decreto consideró el acuerdo unánime del tribunal que la decretó, ya que bastaba un voto en contra de un magistrado para que se aplicara la pena inmediatamente inferior. “Chile hoy “No Puede” reinstaurar la pena de muerte ya que nuestro país suscribió el Protocolo de la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte. En caso de no haberlo suscrito se exponía a un aislamiento internacional por el no respeto de los derechos humanos, ya que se entiende que la pena de muerte es inhumana y solo busca saciar la sed de venganza y no mejorar la justicia civilmente entendida”, explicó.

 

Sin embargo, la defensa de la sociedad frente al peligro que representa la conducta delictual de ciertos individuos debe ser encausada por medio de leyes que cobren el efecto intimidatorio o disuasivo para procurar que un delito no se cometa, no se repita, o no se imite. “La pena debemos ser capaces de distinguirla porque conlleve a un sufrimiento que la sociedad impone a quien delinque, a fin de que este sujeto logre expiar su falta. Nada lo ilustra en forma más palpable, que el natural remordimiento de quien se arrepiente de su delito, aceptando que la aplicación de toda pena es una dolorosa necesidad y no un deseo propio”, señaló.

 

Debemos ser capaces de entender que somos todos responsables de nuestros niños, la muerte de la pequeña Sophia es el grito desesperado de los niños que sufren abuso sexual infantil. Su partida no solo nos debe doler, sino además avergonzarnos a todos. “Pero junto a ello también debemos entender que no es aconsejable el populismo penal, ejemplos como la Ley Emilia (inaplicable en muchos casos por ser declarada inconstitucional) solo demuestran errores legislativos cometidos tras el afán por saciar un clamor popular que lamentablemente dista mucho del real conocimiento del Derecho Público”, comentó.

 

“Nuestro sistema procesal no tiene por fin combatir la delincuencia, su fin en sí es constituir un sistema fiable de investigación y comprobación de hechos para condenar al menor número de inocentes posibles. Pero hechos como los acontecidos a la pequeña Sophia jamás pueden quedar en impunidad, y debe existir el máximo castigo posible para quienes cometan ese tipo de atrocidades”, sentenció.

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