viernes, diciembre 6, 2024

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Columna de Opinión: Adios Compadre Pancho

Por Leonel Claros Clemente

Resulta difícil escribir algo con la convicción que ojalá nunca hubiese tenido que redactarlo. Sin embargo, la vida nos enseña a no ser mal agradecidos y es el mínimo que puedo hacer para honrar la partida del empresario Francisco Pinochet, el “Pancho” a quien tuve el placer de llamar mi amigo, mentor y compadre. 

La vida nos unió hace más de 3 décadas siendo yo un mechón menor de edad mientras tu ya te encaminabas a formar familia. Estudiaste Ingeniería Comercial, pero en la práctica ya te manejabas al revés y derecho en los negocios emprendiendo, haciendo negocios y generando empleo en paralelo a tu formación académica, todo con el fin de sacar adelante la familia. Fui testigo de los enormes sacrificios que hicieron tu y la Marcela en esa etapa tan dura de sus vidas. 

Me embargan los recuerdos de momentos hermosos compartidos como las llegadas de tus hijas Francisca, Javiera y la Renata. “La familia debe crecer”, decías. El orgullo de tu titulación con una humilde pero emotiva cena posterior. “No hay que despilfarrarme”, me recordabas. Los lindos cumpleaños a los que siempre invitabas: “No hay que olvidar los amigos de siempre”, insistías. Los matrimonios y bautizos de los cuales nunca te negaste a ser mi padrino. “No te puedo negar ese honor”, me decías con orgullo. Y cómo olvidar las sagradas juntas mensuales con los amigos, en que siempre encontrabas espacio para realizar actos solidarios: “Leiño hay que retribuir”, insistías usando cariñosamente ese sobrenombre que me habías inventado en la Universidad.

Uno de tus mayores logros empresariales fue abrir la famosa Automotora Arica, que bautizaste así porque ya te sentías ariqueño de corazón. Allí forjaste una empresa regional potente, camino lleno de dificultades, pero siempre tuviste la sabiduría y fuerza para sacarlas adelante. Eras de desafiar modelos, romper moldes e innovar. Tuve la fortuna de acompañarte a Florida cuando quisiste librarte de los intermediarios y buscar nuevos proveedores, lo cual lograste, abriendo la puerta a nuevos emprendedores de la región. Hasta con tus competidores fuiste generoso. El trabajo era sagrado, recuerdo esos días y noches sacando cálculos, definiendo rutas, llamando clientes, era tanto el fervor del trabajo que te obligué a parar el vehículo para disfrutar la vista de un lago por unos breves minutos. Siempre me lo agradeciste.

Sólo Dios sabe porque la vida no quiso que disfrutaras todo lo que trabajaste. Te llegó esa enfermedad y aunque diste una tremenda pelea, ella ganó esta batalla. Seguro en el cielo estás dando otras llenas de aventuras, acompañado por tu madre y hermano. La Pandemia y nuestras enfermedades nos alejó, es verdad. Cada vez nos veíamos y llamábamos menos, seguro te sentiste solo. Tus amigos te fallamos, yo también te fallé, tengo la esperanza que mantengas esa generosidad que te caracterizaba y nos sepas perdonar.

Conociéndote me estarías retando e instando a no endiosarte, no es mi pretensión, por lo contrario. Fuiste de lo más humano y terrenal, trataste a todos con humildad y cariño. Nunca dejaste de ser ese Pancho tan cercano, lleno de alegría y agradecido de la vida. Has dejado un gran legado en Arica, tus hijas, a las cuales entregaste todo tu amor, son el fiel reflejo de ello. Las llenas de orgullo. 

Me quedo con esa última llamada que me hiciste unos días antes de tu partida. Como de costumbre me dejaste un sabio consejo, me contagiaste tus buenas vibras y quedamos de juntarnos. No sabía que ese reencuentro quizás se iba a demorar más de lo pensado. Ya nos volveremos a ver ¡Adiós compadre Pancho!

Leonel Claros Clemente 

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